A veces en la búsqueda del sentido de los hechos, de las
secuencias que se sienten relevantes, uno puede terminar perdiéndose a si mismo.
Si bien como seres cognitivos es algo innato el análisis, y
muchas veces esto ilumina pasadizos mentales, otras tantas enceguece el
desperdigue de información tanto empírica como engendrada en las propias sienes.
Por más que uno se sumerja acorazado en ese océano de
suposiciones, supuestas personas, supuestos personajes, es más factible
ahogarse en conjeturas que llegar a un acierto, o al menos algo que eduque la
manera de atinar.
Hay situaciones que no merecen una mera interpretación ni tampoco ser archivadas, simplemente
tomarlas como un eslabón más en la cadena de sucesos que recrean la vida. Eso
no les quita merito, sino que las ubica en un peldaño inocuo.
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